DERECHOS DEL NIÑO
El lunes 20 de noviembre celebramos el Día internacional del niño, de la
infancia, de sus derechos. La Convención
de los Derechos del Niño contiene 54
artículos con todos los derechos de niños y niñas, algunos son fundamentales
para el bienestar en la infancia como los que señalamos a continuación: derecho de
los niños a jugar, derecho
de los niños a la alimentación, derecho
de los niños a tener un hogar, derecho de
los niños a la salud, derecho
de los niños a la educación, derecho de los niños a la vida y a tener una familia, derecho a
tener nacionalidad, derecho
de los niños a la igualdad, derecho de
los niños a opinar, derecho
de los niños a no trabajar.
Si se promulgó esta declaración hace unos cuantos años,
era porque en muchos lugares no se respetaban estos derechos y aún hoy siguen
sin respetarse en muchos países. Pensad que muchos de vosotros todavía sois
niños y jóvenes y que es necesario que la sociedad se dote de instrumentos que
os protejan.
Siempre que hablamos de derechos recordamos también los
deberes, nuestras obligaciones y compromisos. Aunque la sociedad proteja
nuestros derechos es importante que cada uno se forme para el futuro que debe
desarrollar y aproveche las oportunidades que la vida nos ofrece, esforzarnos y
tratar siempre de ser mejores, mejores amigos, mejores estudiantes o
trabajadores, mejores personas, mejores cristianos.
Como reflexión escuchemos este cuento
de Jorge Bucay
Voy andando por un sendero. Dejo que mis pies
me lleven.Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En
el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para
distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta
ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis
logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero
conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual
aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello
que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad.
Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace
cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.
Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante,
en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide mi paso. Temo…
dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras
decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto… Consigo pasarla. Me
repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja.
Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino
parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo.
Imposible saltarlo.
Veo que a un costado hay maderas, clavos y
herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he
sido hábil con mis manos… Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo… y
resisto.
Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o
días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro
lado… descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis
sueños…
Me siento abatido… Busco la manera de
esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca… No dejaré
que el muro impida mi paso.
Me propongo trepar. Descanso unos minutos y
tomo aire… De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si
me conociera. Me sonríe con complicidad.
Me recuerda a mí mismo… cuando era niño.
Quizás por eso, me animo a expresar en voz
alta mi queja: -¿Por qué tantos obstáculos entre mi objetivo y yo?
El niño se encoge de hombros y me contesta:
-¿Por qué me lo preguntas a mí?
Los obstáculos no estaban antes de que tú
llegaras… Los obstáculos los trajiste tú.
Jorge Bucay.